viernes, mayo 28, 2004

MISS UNIVERSO EN EL PAÍS DE LA "MISSERIA"

-------

El título de esta reflexión se refiere a un graffiti escrito en una pared en una calle de Quito. Alude a ese perverso evento, el Concurso Miss Universo, que se celebra en estos días (mayo de 2004) en Ecuador, siendo su escenario principal su ciudad capital.

Anónimo como cualquier graffiti, anteriormente censurado, esta inscripción ha vuelto a aparecer en letras grandes como una voz silenciosa adherida a una pulcra pared en las cercanías del hotel donde las misses y todo el séquito de invitados se hospedan. Dice exactamente lo que debe decir: "Miss Universo en el país de la Misseria". Como Alicia en el país de las maravillas, el concurso está ahora (y momentáneamente) situado en el "centro del mundo", en Ecuador, un país que paradójicamente es, en efecto, uno de los Estados donde una impresionante miseria convive con la riqueza desmedida de unos pocos. Para la mayoría de los ecuatorianos, si bien este concurso es deslumbrante, al mismo tiempo es una muestra del despilfarro que se les restrega en la cara como si nada. Los organizadores del concurso, en los últimos meses, se ocuparon de apuntalar en el imaginario social que con este evento el país crecerá económicamente, habrán más ingresos para el país y, por supuesto, se reactivará la economía todavía en crisis. El efecto de la propaganda si bien hizo calmar los ánimos de una buena parte de la población descontenta tampoco acalló la voz de otros que ante la manipulación comunicativa hace el Concurso. La prueba es ese graffiti en las calles quiteñas.

Dos situaciones que emergen en este contexto.

La primera, la que alude el graffiti, el hecho de que desde el lado de la pobreza, desde el lado de la población que padece de los efectos del desempleo, de la corrupción y de los intereses financieros de grupos de poder, la miseria es patente. Desde el otro lado del espejo en el que la globalización y las corporaciones en su mayoría norteamericanas, se reflejan con ojos ciegos, precisamente hay un mundo que no es del todo del absurdo. Al contrario es un mundo en el que la indigencia se hace patente y deja saldos cada vez más impresionantes y que los macroindicadores económicos se ocupan de ocultar.

Ecuador ha sido el primer país en sur América que ha renunciado sin asco a su moneda y se ha inscrito con mucha facilidad a los procesos de globalización y desterritorialización que se viven hoy y que impugnan en general al sentir de las mayorías silenciosas. La dolarización de la economía si bien ha supuesto un mayor enriquecimiento de las poblaciones de las grandes urbes, al mismo tiempo ha dejado cada vez en el atraso y en el abandono a poblaciones rurales y marginadas quienes han incrementado los movimientos migratorios hacia el exterior. El último informe del Banco Mundial señala que 5'200.000 de ecuatorianos son los afectados por la pobreza. Ésta ha crecido en los últimos años de 1.1 millones a 3.5 millones sólo en la costa, mientras que en la sierra esa tasa se incrementó en un 15%. En total, se pasó de 3.5 a 5.2 millones. Aunque estos datos provienen del Banco Mundial, una institución internacional, uno de los ocasionantes de la miseria también a nivel global, habrá que considerarlos como ciertos porque dichos datos hablan más o menos de casi más del 50% de la población ecuatoriana que está en condiciones que rayan en la miseria. Si la tendencia es esta en los próximos dos años la cuestión es claramente nada alentadora y al contrario será un foco de tensión que probablemente puede generar mayor violencia y crisis social. No es raro, en este contexto, que en los últimos años, Ecuador haya sido uno de los países en los que paradójicamente se hayan dado alzamientos seudopopulares en los que los movimientos sociales han tenido mucho que ver.

En resumen, si tenemos en cuenta este escenario, lo que se vive hoy en Ecuador con Miss Universo es prácticamente un insulto no sólo al estado de pobreza de una buena parte de la población sino también una ofensa a la inteligencia de los movimientos sociales y de quienes quieren un cambio radical del modelo económico que no sólo se aplica en Ecuador sino también en Latinoamérica.

Segundo, desde el lado del mundo global y de quienes son los fervientes propulsores de este concurso (y otros similares), este evento es una "oportunidad" invaluable para el Ecuador para poder seguir labrándose un camino en el horizonte de oportunidades de la globalización económica y cultural.

El concurso es, en efecto, una paradójica pasarela para exhibir la "belleza" mundial: se ven allá cuerpos espectaculares de mujeres quienes, además de mostrarse en todas las poses, vestimentas y sonrisas (queriendo con ello decir que la "belleza" es ajena a todo, incluso a la política, a lo social, a la pobreza), presentan sus cualidades intelectuales y una especie de curriculum donde sobran naturalmente los posibles títulos académicos de los podrían gozar. Tras ellos evidentemente se venden los sueños de mejorías en nombre de todos, se simboliza la feminidad como algo excelso aunque vaciado de sentido. Ante esto, algún predicador de la globalización dirá siempre que lo que hay en juego en este concurso no es nada más y menos que "belleza", aunque luego añadirá, como se nos ha dicho en la propaganda, que quienes sean las finalistas y la coronada, hará que el mundo sea mejor gracias a que ellas emprenderán la labor social y humanitaria que tanto necesita el mundo y también Ecuador.

La promesa, sin embargo, va más allá, pues para éste país la oportunidad es abrirse al mercado del turismo, al de las exportaciones, a la capitalización de la economía por la vía de más inversiones, etc. ¿Acaso no son estas promesas que ya se han escuchado a lo largo de varios años? Pero no es sólo eso, también se promete la venida de grandes luminarias del mundo del espectáculo mundial y, claro está, que Ecuador cambie su imagen negativa que parece se ha granjeado ante el mundo por efecto de los reclamos de los movimientos sociales.

Obviamente las poblaciones urbanas parecen estar convencidas que el país no es pobre, que los indios no existen, que la aparición de los miserables son obra de algún malvado comunista que sigue añorando con anclar a la nación en el oscurantismo. Por un lado, Quito ha sido maquillada en sus calles principales. Se han hecho arreglos de jardinerías, aceras, de iluminación. El problema es que sólo se ha maquillado el canal donde circulan efectivamente los turistas que vienen al concurso Miss Universo. Pero esa no es precisamente la ciudad de Quito. Hay más cosas que claramente se han eliminado de la vista de estos "inversionistas": el comercio informal, la pobreza de los niños de la calle que salen a trabajar en las frías noches, etc. Por otro lado, ha aparecido con fuerza en Ecuador el discurso del "éxito" de la mano de empresarios que "invierten" también acudiendo a eventos donde se traen o importan a "gurús" de la economía, de las finanzas, algunos políticos y otros charlatanes que evidentemente se han enriquecido de una fácil verborrea y libros "light" de fácil consumo gracias a sus recetas de las más variopintas. Con el discurso del "éxito" el Concurso Miss Universo parecería ser también una obra magistral prometedora y una empresa digna de cualquier inversionista.

Habría que tomar en cuenta las palabras de un lúcido pensador portugués, Boaventura de Sousa Santos ("De la mano de Alicia", 1998), cuando tratamos de meditar el suceso del Concurso Miss Universo. Él afirma que el mundo en el que vivimos hoy está plagado de una serie de irracionalidades que a la luz de la lógica postmoderna se vuelven racionales. Una de ellas es que gran parte de la población mundial está ya viviendo la catástrofe ecológica, está al borde de la miseria, sufre una impresionante hambruna precisamente porque no hay una buena distribución de los recursos que son apropiados por una minoría de la población que vive desperdiciando todo además que muere por el exceso de abundancia.

Y acá está la contradicción más tenaz que trae justamente el concurso y que el graffiti hace alusión. La sociedad del mundo contemporáneo es una sociedad del espectáculo. Es una sociedad que para tapar su más grande menosprecio, la vida humana, hace espectáculos irracionales, deslumbrantes, con una violencia simbólica que por el mismo efecto de la espectacularización de las cosas termina haciéndonos pasar lo irracional como racional. En este concurso muchas personas terminan finalmente fantaseando con todo: en el fondo acá está en juego una economía libidinal. Ahí radica el aspecto perverso que denuncia el graffiti: más allá del sexualidad y el erotismo como mercancías intangibles de la globalización, incluso los empobrecidos han sido acaparados por las promesas de éxito. Ellos también quieren ver despuntar sus frágiles economías aunque sea vendiendo lo que sea. El problema es ése: pues sólo venden cosas que su miseria les puede permitir. Se puede afirmar que en Ecuador se ha situado por algunos días el imaginario de la sociedad del espectáculo. Y como esta sociedad es de espejos, Miss Universo es un espejo que refleja el desprecio patente de las minorías millonarias a nuestros países que siguen viviendo de la colonización cultural. En el fondo, es una fiesta de esas minorías que aparece sospechosamente como si fuera una fiesta de las mayorías silenciosas. En ese espejo todos quisieran reflejarse pero la gran paradoja es que pocos son los que pueden lograrlo. Los demás, las mayorías son siempre excluidas: políticamente, de hecho, deben ser excluidas.

Iván Rodrigo Mendizábal