lunes, abril 26, 2004

OSCILACIONES POR LA PALABRA

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PRIMERO, EL POETA

Quisiera, antes de todo, acudir a Roland Barthes, el semiólogo, el lector de las mitologías, el desocultador de las tramas eróticas de la literatura.

Barthes alguna vez escribía que la literatura aún es posible debido a que el mundo todavía no está hecho.

¿Qué es la condición de posibilidad?

Es la apertura a averiguar lo desconocido. Es la voluntad que lleva a ir más allá. Juega en ello la mirada, la intuición, un pensar sin razonamiento. Una acción conducente a preguntar algo a alguna cosa. Teniendo de la mano la condición de posibilidad siempre indagamos, jugamos con la palabras, jugamos con lo puede ser el sentido. Tanteamos algo para que pueda descubrirse. Como un texto que en su erotismo tampoco quiere mostrarse sino quedarse un tanto sugerente y en lo oculto.

¿Qué es ese mundo? ¿Por qué no está hecho?

Un mundo, si es que hay que definirlo, es una realización. Los mundos son los que nos rodean. Suspendemos al supuesto verdadero mundo porque de pronto este se nos antoja sospechoso. En realidad no lo suspendemos, el mundo se desvanece toda vez que ejercemos sobre él la condición de posibilidad, es decir nuestra voluntad de preguntarle por su nacimiento y su existencia.

Y se nos antoja, de hecho, que se mundo todavía está por hacerse. En sí, cada día creamos mundos. Unos no se dan cuenta de ello. Otros, al saber que pueden articular mundos, se percatan que con ello pueden crear vida.

Creo que el poeta está en este juego. Y perdonen la semiología o lo que aparenta ser. El poeta está en ese juego de sospechar, de dotar de sentido tanto a la palabra como al mundo que crea.

El acto poético está entroncado con crear o reinventar mundos, de volverlos vivos, de hacerlos aparecer desnudos pero al mismo tiempo de revestirlos como si tuvieran algo. El poeta nos hace caer en cuenta que antes que lo cotidiano, está la poesía. O dicho modo, que antes que la vida, está el acto poético. En esencia este lo devela.

SEGUNDO, UN POETA NÓMADA EN LA MITAD DEL MUNDO

Boliviano, nómada, Alex Salinas, carga sobre sus espaldas un bulto de lenguajes y momentáneamente se radica en estas tierras. De pronto le sale ante sí un mundo. El poeta se ve enfrentado a reflejarse en él. El mundo le interpela. Pero, por paradoja, ese mundo que le interpela también se identifica con su mundo, con el que crea, con el va trabajando palabras mientras camina las calles o los senderos de la ciudad o de estas tierras.

Viene con imágenes terribles, con sueños de mujer, con gustos de selva, con sensaciones de liberación. Quiere juntarlo todo, y para ello recurre a su bulto de lenguajes. La gran tarea a la que se enfrenta es: primero, la de empezar a constatar esa condición de posibilidad; y, segundo, la de saber que el mundo, estas tierras que constituyen además la mitad del mundo, le enfrentan a la situación de constituir la mirada.

Alex Salinas, como nos demuestra en su libro, concluye que la única manera de narrar el mundo que ve, que pisa, que siente, que incorpora, es hacer poesía, es decir, de volver organizar al mundo.

TERCERO, UN ACTO DE OSCILACIÓN

Construir mundos poéticos es, desde ya, un acto de mera oscilación. Oscilación entre el miedo, entre la penumbra, entre el deseo, entre los recovecos, entre el ritmo que proporciona la música del viento.

Alex Salinas tiene una ventaja para sí. Y eso se puede descubrir en el libro que comentamos hoy: él viene de una tierra que por su color es casi similar a estas tierras de la mitad del mundo; sus poemas rozan las pieles quemadas por el sol andino; en sus versos aparecen sus sueños y sus imágenes. Todos ellos están ahí: la ciudad, el prófugo, las voces, el campo, las cumbres, los territorios, las puertas de entrada a los mundos de la poesía.

Conoce el sabor de la coca, siente los pasos de Romero que son tan grandes que abarcan a toda Latinoamérica. Habla de una Bolivia también que siempre está construyéndose a sí misma. De las voces de ese lejano noviembre donde renace Bolivia y acaba el trauma de la dictadura. Así como de los ecos de algunos sencillos hombres, visionarios, idealistas que se adentran en la selva para querer restaurar la dignidad humana. Eso está en la oscilación por el azero. Una oscilación entre lo que está en imágenes en el alma de uno y lo que se va sedimentando como una serie de palabras a las cuales, Salinas al mismo tiempo quiere hacerles hablar más. Su poesía, en este sentido, es vigorosa.

CUARTO, POEMAS Y HOMENAJES

Alex Salinas hace una ópera prima y trata de hacerla sonar en consonancia con el mundo que pisa. Viene él de Chuquisaca, capital donde se fundó Bolivia a nombre de Bolívar. Viene él de esos valles cadensiosos, antiguos, con sus casonas coloniales, con su quietud de verano, donde la gente aún pasea por la madrugada. El lugar de poetas, de fundadores de la palabra.

Como esos valles color rojizo, Alex Salinas, hace un poemario también color rojizo. Lleno de pasión (habla de un sueño, de una mujer), invoca a los poetas de la vida (insisto en Romero) y también a las soledades de toda ciudad, su misma ciudad. Como un niño también ve la llegada de viajeros, de nómadas igual que él, que desafían a la ley o autoridad.

Se me antojan sus poemas una especie de diálogo con otro poeta, en realidad, un pintor boliviano, uno de los más grandes de mediados del siglo XX, hoy fallecido, Walter Solón Romero. Leo sus poemas y de pronto se me aparecen en la memoria, esos trazos fuertes, esos rostros de metal, esos mineros que esperanzan, esos gendarmes con sus máscaras y sus perros asesinos que tratan de esconder, de matar la poesía de la vida siempre naciente en Bolivia. El poemario de Alex Salinas, por ello, es también una posibilidad de mirar a Bolivia desde adentro, desde lo que es lo social.

QUINTO, SEGUIR CREANDO MUNDOS

Y vuelvo al gran Barthes. Él señala que escribir no es afirmar, sino sobre todo, asombrarse. Eso es lo que encuentro en la poesía de Salinas, una voz de asombro. Es una voz que no se agota y que quiere captarlo todo. Y he aquí un poema de Alex Salinas del cual me apropio:

"No vas a encontrarme, salgo a buscar palabras, a seguir sus huellas, tus huellas, a sacarlas de sus madrigueras, darles alas".

En realidad no hacemos una lectura de él sino de su palabra desmadejada y puesta a volar. Ya no importa el poeta, importa sobre todo la poesía. Me gusta mucho esa inocencia y al mismo tiempo esa humildad. Hacer aparecer el acto poético como él lo describe en ese verso que acabo de leer.

Y continúa:

"He salido a rescatarlas de los buses que vuelan de sur a norte, a pasearme, subir con ellas a las sementeras. Esas palabras saben a tí, tienen tu olor, tu peso y tranco largo, llevan tu silencio y tu carrera".

Quisiera concluir este texto a la luz de dichos versos. Hacemos una lectura de la poesía intentando coger, como él, en el vuelo, esas palabras llenas de significado que tratan de dar sentido nuevamente al mundo que vivimos.

Iván Rodrigo Mendizábal