viernes, mayo 21, 2004

ORALIDAD Y NUEVAS TECNOLOGIAS: SOCIEDAD Y MIGRACIÓN

-------

Hoy en día las tecnologías de la información y la comunicación han abierto una brecha en el seno de las sociedades, particularmente las que persiguen su desarrollo. Mientras en los países altamente desarrollados se muestra que se ha cumplido la promesa de la sociedad de bienestar y las tecnologías se revisten de un halo futurístico que radicaliza dicha promesa, las naciones que aún no han llegado a ese punto siguen cifrando sus esperanzas en el aprovechamiento de las nuevas tecnologías para salir justamente de su atraso.

En este contexto, Latinoamérica más que productora de tecnologías es, efectivamente, una de las fervientes consumidoras. Sin embargo, es también uno de los continentes que ha puesto en discrepancia el mismo avance de las nuevas tecnologías dadas las dicotomías que imponen estas, suponiendo, además, que un estado de bienestar muchas veces contradice con el imaginario de algunas de las comunidades sociales que por siglos se han negado a ingresar del todo en la llamada "modernidad" occidental.

Latinoamérica hace ver, por lo tanto, que hay diversidad de particularidades que hay que considerar. Habrían dos racionalidades en este marco. Una es la racionalidad modernizadora que trata de inscribir a la diversidad de naciones y países dentro de los proyectos globalizadores confiando para ello, de forma combinada, en la economía y el juego financiero junto con las tecnologías, estas últimas como entidades prometeicas y salvadoras de la humanidad. Y, la otra, la alterna, que ni siquiera es tradicional, que muestra que es posible ir a una forma de desarrollo con alternativas que den otro sentido a las dinámicas globales que se dan en el mundo contemporáneo. La primera es fundamentalmente letrada, científica y sígnica (la economía de los indicadores lleva a la toma de decisiones y a la dinamización de la sociedad como una apuesta donde todo está controlado). La segunda es oral, pero fuertemente atravesada por lo visual y lo simbólico (y muchas veces sujeta al sentido común). De todo ello nace precisamente una pregunta: ¿Cómo es posible que la racionalidad tecnológica del mundo desarrollado pueda ser aplicada efectivamente también para el crecimiento de las sociedades alternas haciendo que, al mismo tiempo, sus prácticas puedan ser respetadas?

I

Antes que todo es necesario reafirmar un hecho: el que las sociedades en cualquier orden, momento o proyecto histórico se han estructurado gracias al desarrollo o a la reinserción de tecnologías dentro de sus ámbitos de acción. Es decir, no se puede concebir que cultura alguna se haya dado sin que hubiese habido el ejercicio y el impacto de diversidad de tecnologías ya sean estas propias y foráneas. De hecho, las culturas indígenas del continente latinoamericano (paralelamente a lo que en su momento se daba en Asia o Europa), ya tenían un fundamental desarrollo tecnológico que les había permitido la conformación de un modo de vida que respetaba y aprovechaba el ecosistema que tenían para sí. Aunque hoy en día se ha impuesto la racionalidad occidental en Latinoamérica, cuyos efectos se pueden apreciar en la desmedida explotación de los recursos naturales, perviven todavía modos de vida y tecnologías que aparentemente habían sido olvidadas y que corresponden justamente a esas formaciones culturales originarias a las cuales muchas veces se trata de negar su protagonismo.

Claramente el panorama que se vive hoy es distinto del de hace varios siglos. Particularmente cuando los medios y las tecnologías de la comunicación tienen una preponderancia tal que muchas sociedades giran alrededor de ellas. Por ello, muchos analistas han denominado a este período como el de la sociedad de la información y del conocimiento enfatizando la idea que estamos en un momento de la historia, el del postindustrialismo, donde las innovaciones tecnológicas, basadas en la información, se constituyen en fuerzas latentes para la transformación social y la consecución de una supuesta calidad de vida más alta.

La ideología de esta sociedad de la información y el conocimiento, de acuerdo a ello, sostiene que: la convergencia de la informatización, el conocimiento y la configuración de redes, necesariamente llevarán a que el mundo será prometedoramente más disfrutable, menos problemático y con mayor participación ciudadana. En este sentido, se cree que la informática, como ciencia del control de la información, puede traer mayor transparencia a la toma de decisiones. Además se presupone que la información, que se ha generalizado ahora, y que está dispuesta a todos, debe lograr un mejor empoderamiento de los sectores sociales. Así, si se tiene un mecanismo de control que aliente la toma de decisiones y una mayor diseminación de información logrando la plena transparencia de los procesos sociales y políticos, este tipo de sociedad piensa que ello dará lugar a una multiplicidad de entornos interconectados, que aunque ellos podrán seguir siendo "autonómos", ayudarán justamente a tejer una red de relaciones productivas en beneficio de la humanidad. Por lo tanto, la ideología de la globalización tecnológica y económica evidentemente postula que el futuro es ya nuestro.

Es claro que el mundo actual, determinado por todo el espectro anterior, es sólo teórico. Se puede decir que el cambio operado en los últimos 30 años, por el efecto de una mayor atención en las tecnologías de la información y la comunicación, sobre todo en lo que tiene que ver con la transformación de lo público, tiene que ver con dos órdenes: el espacial y el temporal.

De acuerdo a esta situación, es importante afirmar que la televisión, el Internet, la telefonía celular y otras más han llevado a lo que algunos denominan el desanclaje del lugar y la desterritorialización del individuo: es decir, se puede "viajar" a otros lugares mediante la visión, es decir, el mapa ahora precede al territorio como diría Baudrillard. Asimismo, la vida en torno al presente ha dejado sin esencia la posibilidad del futuro, del mismo modo que ha borrado la posibilidad de una utopía real haciendo emerger fantasmáticamente una conciencia en base a las otras utopías que prometen las nuevas tecnologías en sí. Para las poblaciones urbanas de pronto la necesidad de contar con información y de moverse en el marco de los flujos tiene como efecto el que se debe circular y conectarse, antes que reunirse y encontrarse. Hay una reconfiguración de todo el imaginario social. La sociedad de la información y del conocimiento es, desde ya, un proyecto urbano y cosmopolita.

En el otro lado de todo el proyecto globalizador claramente se encuentran las nacionalidades y las culturas indígenas. Obligadas a la sistemática hibridación (objeto, por otro lado, de estudios sociológicos algunos de ellos exotistas) no sólo de razas o etnias, ellas han debido realizar modos de convivencia y modos de reintegración de las tecnologías en su propia cotidianidad. Sabemos que esencialmente las culturas andinas han sido orales (como otras culturas alrededor del mundo) y aunque ellas no renunciaron a esta estrategia comunicativa, siguen manteniendo sus modos de vida en el marco de otros escenarios que igualmente demandan integración. Como ha sucedido a lo largo de la historia, en lugar de la extinción de diversas estrategias comunicativas, se ha dado un solapamiento entre ellas: la hibridación, en este sentido, se ha planteado también de forma lingüística; pues a los lenguajes orales no es que se hayan sobrepuesto los lenguajes de la imagen sino que más allá de ello, ambos se han interpuesto, es decir, se han retroalimentado.

La televisión fue, particularmente, el medio técnico y masivo de comunicación que postuló este solapamiento: la preeminencia de la visualidad alimentada por la expresión oral en el sonido ha hecho que de la noche a la mañana millones de individuos (incluidos los indígenas) reafirmen sus imaginarios sobre el logro de ese bienestar a sabiendas que la imagen muestra y seduce y la palabra demanda la necesidad de una integración al supuesto mundo de oportunidades (el de la globalización) que inscribe la imagen, es decir, ese nuevo mapa que precede al territorio.

II

Se denomina "oralidad secundaria" al fenómeno que se vive en el marco de la actual sociedad de la información y la comunicación. Una oralidad que no necesariamente es diferente a la tradición de las comunidades indígenas y originarias, aunque se estructura sobre la base de una nueva sintaxis donde tanto imagen y palabra se correlacionan. En ella están presentes tanto los elementos de las memorias sociales como el uso ineludible de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Dicha oralidad contiene y reclama la participación bajo los imperiativos de la interacción (ya que no sólo promueve lo social sino también la mediación tecnológica) y del entrelazamiento social y político, aunque esta vez priorizando la experiencia y sensorialidad individual.

Esta nueva oralidad parece implicar una llegada forzada de las diferentes poblaciones a los senderos que trazan las redes en la sociedad de la información y el conocimiento. De hecho, a lo que asistimos hoy, gracias a los modernos medios de comunicación audiovisuales, es la conformación de grandes públicos y al mismo tiempo a la segmentación de ellos. La paradoja de estas nuevas agrupaciones, sin embargo, está en el hecho de que surgen para mostrarse siempre diferentes de las demás pero reclaman la posibilidad de su integración. La nueva oralidad, en todo caso, si bien ha hecho emerger voces nuevas e intereses diferentes, todavía no ha cumplido con desatar el debate que podría haberse dado en virtud que dicho debate aún está supeditado a la mediación tecnológica. Al presente el énfasis sigue siendo en la misma mediación tecnológica antes que en la propia interacción humana característica de las primeras oralidades, incluso las andinas. El proyecto de la sociedad de la información y la comunicación si bien es cosmopolita, que confunde comunicación con información, parece no encontrarse realmente con esta oralidad secundaria que desata la práctica social de quienes aún subalternizados por las tecnologías, saben que los usos tecnológicos no están en la mediación sino esencialmente en volver a dichas tecnologías en proyectos políticos de otra naturaleza.

Aunque con el Internet las voces se han multiplicado y se ha realizado el viejo sueño de contar con la multiplicidad de rostros y hablas, el exceso de la información deviene en una desorientación de los mapas mentales respecto del mundo. Este es problema que se soslaya.

Ecuador aparentemente forma parte de una extensa red de flujos de información y, por lo tanto, de la sociedad de la información y del conocimiento. Y no es tanto por el Internet y otros medios y tecnologías de comunicación, sino por todo el proyecto modernizador-tecnológico que le ha llevado a inscribirse en la globalización económica mundial (incluida la dolarización). La población usuaria de la Internet en el país oscila entre los 100.000 y 350.000 y ella sólo se concentra en las ciudades. El acceso a esta nueva tecnología si bien es incipiente no considera la población flotante que alquila el servicio mediante los cibercafés que poco a poco se han ido incrementando en los últimos años. Las poblaciones arrastradas a la emigración hacia otros países y ciudades del exterior (España, Estados Unidos o Italia), en su mayoría procedentes de sectores rurales, de pronto, han debido aprender la interacción mediada por las tecnologías gracias al uso de la telefonía de Internet, el correo electrónico y el chat y no tanto del mismo Internet.

La nueva oralidad secundaria de estas poblaciones de indígenas, campesinos y sectores subalternos tiene, de hecho, los contenidos de interacción con las tecnologías, tanto porque la televisión ha dejado por años sembrada la perspectiva icono-imagológica, la fascinación por los diferentes entornos culturales a través de las imágenes y la repetición casi consecutiva de las formas de uso de las tecnologías; es decir, ha antepuesto el discurso de la representación como la parte constitutiva de la vida cotidiana de las personas.

Se ha observado que la gente que acude a los cibercafés lo hacen para hablar y para escribir o hacer escribir las noticias familiares. Si la oralidad antigua proclamaba la reunión, ahora es la conexión con lo que está lejano, es decir, con el ser, ese familiar, que está lejano, pero con un mapa mental tecnológico diferente: tal mapa perfila el hecho que alguna nueva tierra de oportunidades (allende las fronteras), efectiviza realmente las promesas del bienestar.

Asistimos, por lo tanto, a una conflictividad simbólica mediante las tecnologías de la información y la comunicación en la sociedad globalizada de la que es síntoma la llamada sociedad de la información y el conocimiento. Aunque las sociedades periferizadas (como son las indígenas) mantienen todavía vivas sus estrategias comunicacionales tanto en la tradición y la expresión oral, dichas estrategias y formas de pensar deben necesariamente ajustarse a las demandas de la sociedad imperante. Eso hace que reinserten y resignifiquen las tecnologías de punta. Con ellas vuelven a la escritura de lo oral pero también sacan provecho de su oralidad secundaria al darle un valor político a uno de los aspectos de esa tecnología, Internet, el cual aparentemente se muestra más eficaz en lo que se refiere el intercambio de la información pero sobre todo para comunicarse e interaccionar a distancia. Internet, en cuanto a sus tecnologías comunicativas dinámicas son, en efecto, más interesantes para comunicarse, para entablar relaciones, para lograr comunidades de hablantes. El uso social y político de personas ligadas a la migración, desde ya, muestra que no sólo importa hablar o conectarse, sino sobre todo, intercambiar, es decir, hacer posible la anarquía informacional, quizá el proyecto más radical que claramente la sociedad globalizada no puede controlar. En este contexto, incluso, es interesante observar que los cibercafés o cafénets también siguen proliferando fuera de las ciudades, en algunos puntos donde la telefonía pública es posible, además de sistemas de interconexión que quieren romper claramente la hegemonía del capital que ve la comunicación sólo un negocio rentable y nada más.

Iván Rodrigo Mendizábal