jueves, mayo 06, 2004

FOTOS DE IRAK: TESTIMONIO DE LA VIOLACIÓN A LOS DERECHOS HUMANOS

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EE.UU. parece que iba a emitir su nuevo informe sobre el estado de los derechos humanos en el mundo este 5 de mayo de 2004. De acuerdo a las crónicas periodísticas supuestamente ha postergado esta publicación en razón de las fotografías de los abusos y torturas que se han ido efectuando en las últimas invasiones a Afganistán e Irak. La excusa: no pasar de "hipócritas" denunciando abusos y violaciones a los derechos humanos cuando se pretende garantizar los mismos derechos en el aparente ejercicio democrático de ejercer el poder en el mundo.

Primero una ironía: el país que proclama la defensa de derechos humanos a la final la viola impunemente. Pero he aquí la pregunta: ¿acaso EE.UU. no viola sistemáticamente los derechos humanos no sólo en su territorio sino también en el mundo? Las fotos de los torturados iraquíes (al igual que se dice que hay algunas filmaciones en vídeo) evidentemente denuncian que para ciertos norteamericanos la vida de las personas de otras latitudes no tiene ningún valor. En este sentido, se parecen mucho a las fotografías de los campos de concentración nazis donde se ven a personas que no sólo se les fuerza a hacer cosas inhumanas o están en situaciones denigrantes, sino también que son ejecutadas. Para los militares nazis, las filmaciones y las fotografías no eran más que los recursos para guardar memoria de su poder soberano sobre quienes consideraban una especie de escoria de la humanidad. En definitiva, para ellos no había humanidad alguna a su alcance y por ello trataban a los prisioneros como si fueran simples animales privados de todo respeto, dignidad… de todo derecho.

Las fotos de la invasión a Afganistán y sobre todo las de Irak, más allá de mostrar la banalidad y la estupidez de una guerra en nombre de un fantasma, la "libertad" contra otro, el "terrorismo", en este sentido no son del todo asombrosas. Son fotografías que claramente muestran que los iraquíes, ni siquiera soldados bien dotados, pobres, están tapados con bolsas en la cabeza. ¿Acaso esto no se ha mostrado antes de las actuales publicaciones de los diarios de Nueva York? Recuerdo una foto periodística del francés Jean Marc Bouju (ganadora del premio internacional "World Press Photo" de 2003, ¡para colmo!) publicada hace pocos meses atrás donde se ve a un supuesto "terrorista", un iraquí, extremadamente pobre a decir por su vestimenta, sentado en la arena de alguna prisión de ese país (ya que se ven en primer plano la cerca de los alambres de púas), con los pies extendidos y las manos atadas a la espalda; al lado suyo llora un niño, su hijo, que le acompaña. ¿No parece esto denigrante? Un ser atado en el patio de la cárcel, embolsado en la cabeza, acompañado de un niño. ¿No es esto traumático? No sólo para el niño sino también para quienes vemos cómodamente en nuestras casas el desarrollo de una guerra injusta, inhumana y que sólo obedece a unos intereses financieros particulares disfrazados de una política de Estado.

Curiosamente las fotografías publicadas de los desmanes, dizque de algunos soldados norteamericanos y británicos, son todas ellas como la descrita, con una ligera variante: la de Bouju es "artística" (es decir, ¡se hace arte a costa del sufrimiento de otros!), y las de los soldados, las del ejército invasor norteamericano-inglés son material de guerra (es decir, registros). La tecnología de poder nazi, si bien era soberana y registraba, manifestaba un hecho: que debía mostrarse animalmente al ser humano. En las fotos de las invasiones actuales del Imperio, las imágenes ejercen su propia violencia soberana sobre el lector o el espectador, porque más allá de ser registros que denotan la fuerza y la virulencia de un gobierno de carácter fascista, imponen al mundo un registro simbólico para este tenga conciencia de ese poder militarista e inhumano que opera justa y paradójicamente en nombre de la humanidad.

Se podría decir que dichas fotos tienen la perspectiva del turista que va a un país exótico y trata de mostrar la fiesta que supone el ejercicio de su paso, apropiación y brutalidad. Por ello vemos a los soldados sonriendo, haciendo gestos "amistosos". Son fotos en general "caseras" o "domésticas". Ellas hablan de un ojo que toma las instantáneas y que ve ese mundo exótico: Irak, Afganistán… quien sabe Haití, más recientemente, haciendo un registro de su exoticidad. La violencia está invertida. Y esta es su paradoja. Parece que no son los soldados los que ejercen violencia sino que esa violencia está ya presente allá y ello es objeto de diversión morbosa por lo cual hay que apropiarse de ese mundo o resimbolizarlo.

En un viejo film anticolonialista del francés Jean Luc Goddard, "Los Carabineros" (1963), un supuesto Estado entra en guerra y recluta a diversidad de campesinos ignorantes. Los oficiales del ejército se van a un pueblo y persuaden a los hombres del lugar a ir a la guerra con la promesa que podrán volverse ricos, podrán saquear a su gusto, podrán violar mujeres a su gusto, en definitiva, les dicen que podrán apropiarse del mundo. Cuando los soldados, luego de varios años, vuelven a sus hogares, traen su "gran riqueza", un montón de imágenes fotográficas y de cine. Y cuando muestran a sus esposas de lo que se han apropiado, además de contar que ha sido una especie de guerra feliz porque efectivamente han hecho lo que les ha dado la gana, ellas no pueden creer lo que ven: imágenes. Esos campesinos analfabetos se han apropiado del mundo. Las imágenes están para comprobarlo.

Las fotos de violaciones a los derechos de esos ciudadanos, de esos hombres, muchos de ellos combatientes (ahora calificados de "terroristas"), son eso: la comprobación para la soldadezca norteamericana y británica de que su misión ha sido bien cumplida (¡"exitosa"!), ya que se han apropiado virtualmente del mundo y como tal hacen fiesta de ello. De ahí que sonríen, es decir, no sólo muestran seres animalizados sino que también exhiben a seres a quienes se les ha quitado su condición humana, su dignidad, se los reducido a objetos del paisaje.

De aquí se deduce una cosa: para la "coalición" la llamada "guerra" no es otra cosa que una manera morbosa y colonial para "apropiarse" del mundo. Irak, Afganistán, Haití, Colombia, etc., es decir, todo país que ha sido reducido a paria, no son naciones. Para los norteamericanos e ingleses, éstos son paisajes exóticos donde hay recursos naturales con salvajes e insectos de toda clase que deben ser exterminados en bien de su propia "humanidad". La gente que vive en dichas regiones (o acá) no son nada, no tienen nada. Para la lógica invasora e imperialista, ni siquiera son seres vivientes, pensantes, ni entidades culturales: son desde ya invisibles en el paisaje, o mejor dicho, son "ruidos", cosas extrañas a las que hay que someter o eliminar si el caso requiere. Por ello las fotografías de abusos y violaciones muestran, como las fotos de los nazis, que las cárceles (el caso más paradigmático es el de la cárcel de Abu Graib en Irak), es decir, los campos de concentración en tierras iraquíes o afganas (incluso ese no-lugar norteamericano en la Base de Guantánamo), son lugares de completa experimentación para ver hasta que punto se puede someter a las cosas, se puede lograr que las cosas, los objetos "humanos" se acomoden bien a los edificios que la modernidad norteamericana quiere construir en esos paisajes, una especie de casinos de Las Vegas a escala mundial.

En tal sentido, las fotos sí evidencian que la humanidad es objeto de una sistemática violación de sus derechos más elementales. "Alegremente", "turísticamente" se muestra que la humanidad otra no tiene derechos, y más bien que dichos derechos son de quienes pertenecen a la supuesta "coalición". ¿Acaso EE.UU. no negoció con muchos países, sobre todo los empobrecidos por la deuda externa, y otros que tratan de mostrar su mejor rostro sonriente y complaciente a su política denigrante y violenta, a costa de ser también catalogados como "parias", la posibilidad de que los soldados invasores no sean juzgados por "crímenes de guerra"? Las fotos y las filmaciones de las torturas podrían ser, en efecto, las pruebas para abrir casos de "crímenes de guerra". ¿Pero sólo ellas? Las fotos de la invasión a Afganistán o a Irak (en 2001 o 2003), en su conjunto ya constituyen un suficiente archivo que exhibe la gigantesca violación, la masiva destrucción, la impresionante amputación que EE.UU. ha hecho de culturas, de seres humanos, de sociedades que de alguna manera no les interesa invertir en el capitalismo empresarial y megacorporativo que sostiene en sí a esas clases sociales que detentan el poder en Norteamérica e Inglaterra. Mientras toda esta gente se enriquece realmente a costa de los pobres, de las falsas expectativas de hombres y mujeres que, seducidos por el supuesto bienestar, se lanzan a apoyar temerariamente la política racista norteamericana e inglesa, todos éstos últimos se enriquecen virtualmente en imágenes y sueños.

Caigamos en cuenta de algo: de qué derechos humanos hablamos tras toda esta situación. En nombre de los derechos humanos se ejerce violencia y se califica o se criminaliza. Su uso actualmente es político: gracias al uso ideológico de los derechos humanos, estamos viendo, que se puede mantener un tipo de Estado totalitario. Para los norteamericanos es fácil hablar de derechos humanos porque a medida que los violan se dan el lujo de imponer normas de derecho que suponen unos otros derechos. Pienso, por ejemplo, en todas las medidas policiales y de control bajo las cuales cualquier ciudadano no sólo de ese país, sino del mundo, en la actualidad, es sospechoso de cualquier crimen. ¿De qué libertad se habla? ¿De qué garantías a la libertad se habla? Todo el régimen de fichaje policial en los aeropuertos desde ya denota que, habiendo infundido políticamente el terror en la sociedad y el mundo, ya no existe el derecho a la intimidad. Pues cada uno no es tratado como "ser humano" sino como objeto, como cosa. De pronto hemos sido cosificados…, sólo basta ahora un código de barras tatuado en el cuerpo. Y hablando de ello, también es una violación a los derechos humanos el grillete electrónico impuesto hace poco tiempo atrás a esa mujer peruana (y, en definitiva, su familia) porque no consiguieron la ciudadanía estadounidense. De hecho, este fue su mayor delito. O sea, el crimen es "no conseguir la ciudadanía". Es más o menos decir: si uno no ha conseguido la entrada al circo que es el Concurso de Miss Universo (a celebrarse en Ecuador este mayo de 2004), desde ya es un criminal. Y no sería raro que de pronto, el grueso de la población actual ecuatoriana esté ahora siendo observada policialmente porque evidentemente pocos y escogidos son los que realmente disfrutarán de ese "espectáculo".

El derecho elemental, de ser reconocido como "ser humano", de ser reconocido como persona, como individuo por el Estado, también se viola. Esto es lo que pasa en la Base de Guantánamo y también en las cárceles de Irak y Afganistán. A todos estos seres cosificados se les ha quitado desde ya su condición de personas o individuos y su derecho a ser juzgados. La sola privación de su libertad sin habérseles encontrado ningún indicio con el terrorismo, más allá de ser soldados islámicos, es decir, "combatientes de Dios", consagrados culturalmente desde siglos a esta lógica religiosa, es un indicador lacerante. El poder soberano norteamericano les ha borrado su derecho de ser seres humanos. Por ello, los soldados pueden sacarse fotos con esos prisioneros resignados, pueden tomarse instantáneas cuando se les orina en la cara: no hay régimen de legalidad para estos prisioneros. ¿Qué pasó en este caso, incluso, con las declaraciones y acuerdos del Convenio de Ginebra? ¿Acaso el prisionero de guerra por el sólo hecho de pertenecer a una facción ideológicamente diferente del invasor, y de no renunciar a su dignidad y a su proyecto ético, no tiene ningún derecho y, además, no puede ser juzgado? EE.UU. viola, en este contexto, a sus propios principios éticos y normativos, panacea de su democracia: la primera, la cuarta, la quinta, y sobre todo, la sexta enmiendas de su "sagrada" Constitución.

Es evidente que EE.UU. se llena hoy la boca con la palabra "derechos humanos" para sostener sus intereses.. Así, los derechos de los otros, los derechos universales entran en contradicción con lo que EE.UU. sostiene como "derechos humanos". Habría que preguntarse qué es para ellos "derechos". Parece que para dicha nación dicha noción está emparentada a la idea de que sólo hay derechos para algunos, que sólo se puede hablar de derechos humanos si es que los individuos pertenecen a culturas o pueblos "democráticos", certificados, además, por dicho país. Por ende, todo aquello que no huela a democrático, y todo individuo que no esté en dicho espacio, desde ya no tiene, ni se le puede reconocer sus derechos. De este modo, el concepto de derechos humanos es ideológico e inscribe la institucionalidad siniestra de un régimen de Estado soberano a inicios del siglo XXI cuando se supone que se vive en un mundo de amplios conocimientos y revoluciones, con una supuesta calidad de vida mejor que siglos anteriores, además de unos avances tecnológicos "inigualables". Ideológico porque quiere corporizar una carencia: en un país donde la libertad está supeditada al terror o al miedo, los llamados "derechos humanos" son una especie de fantasía que llena de sentido la anomia que siembra el capitalismo en su peor expresión.

Las fotos de los abusos, por lo tanto, como toda imagen, hacen aparecer ese fantasma o esa ideología: Susan Sontag, en su célebre ensayo titulado "Sobre la fotografía", decía que las fotografías ayudan a tomar posesión de un espacio donde la gente se siente insegura. La sociedad de control norteamericana ha infundido tanto miedo, tanto terror que ahora las personas necesitan sentirse aseguradas que son propietarias de la libertad de apoderarse del mundo. La carencia es justamente la libertad. Ielk papel de la ideología es hacerla figurar o aparecer. Y ello se hace mostrando que las cosas o los objetos en un paisaje determinado están sujetos a un poder. Ese poder supuestamente lo tendríamos nosotros, quienes al no tener libertad creemos que fotografiando captamos y nos apropiamos de la libertad que todavía tienen esos objetos o esas cosas a las cuales les podemos destruir, manipular, o sencillamente dominar "libremente". Esto hace aparecer la parte vulgar de la soldadezca, que si bien no puede disfrutar de la riqueza real de los bienes que se apropian quienes detentan el poder, por lo menos, cree que puede tener la aparente riqueza simbólica del poder en ejercicio. En definitiva, dichas fotos muestran la "ideología del éxito" en el lado invertido (o quizá pervertido) del espejo. Tales fotografías son, por ello, políticas.

Iván Rodrigo Mendizábal