martes, octubre 19, 2004

LENGUAJE Y NACION EN "LA AGRICULTURA DE LA ZONA TORRIDA" DE ANDRES BELLO

La silva "La agricultura de la zona tórrida" de Andrés Bello para muchos es uno de los hitos de la obra poética de este humanista caraqueño. Escrita en 1827, aquella esboza la imagen y el imaginario de un territorio que acuna, que promueve vida y, sobre todo, que habla de un lugar donde es posible la construcción de una nación. El uso del lenguaje parecería contribuir a este fin.

Desde este punto de vista, intentaré analizar el poema alrededor de la idea de que el lenguaje puede ayudar a construir una nueva nación, premisa que parece ser el motor de algunos pensadores de las nacientes repúblicas latinoamericanas y particularmente de los románticos.

CONSIDERACIONES CONTEXTUALES

Andrés Bello nace en Caracas en 1781 y es considerado, por su amplia obra legada, como uno de los más importantes pensadores latinoamericanos del siglo XIX. Tuvo la posibilidad de estudiar lenguas, letras, filosofía y ciencias exactas con diferentes mentores, sacerdotes la mayoría de ellos, así como obtuvo el título de Bachiller en Artes.

Esta formación humanista se entronca con el tipo de intelectuales que sobresalen en los nacientes años de las primeras repúblicas independizadas quienes se caracterizan por un enciclopedismo que ayuda a la estructuración de las bases tanto jurídicas, políticas, culturales, administrativa y económica de aquellas. Su educación caraqueña se completará luego con su larga estadía en Londres cuando es enviado allá y es contratado para cumplir misiones diplomáticas: en dicha ciudad, a la luz de las bibliotecas, escuelas y relaciones personales, abrazará la filosofía positivista inglesa con la que elaborará sus principales hipótesis, entre ellas la de "la elaboración de un lenguaje que [facilite] el paso de las democracias turbulentas hacia democracias ordenadas" (Roig, 1982: 8).

El lenguaje en Bello, en este sentido es fundamental. Por un lado, enseña que aquél sirve para construir ideas por lo cual se debe estudiar las grandes obras de escritores españoles y realizar una labor constante de corrección propia que permita tener obras literarias que puedan trascender y ser portadoras del pensamiento emancipador de los pueblos liberados a otros para que puedan seguir su ejemplo. Por el otro, el lenguaje, junto al pensamiento y la reflexión en su criterio son el fundamento de la educación de la persona. En el ambiente de efervescencia política constructiva de las nuevas naciones -y posteriormente cuando Bello se radica en Chile-, él proclama que es necesario siempre inventar nuevas voces con las cuales se pueda comprender los nuevos acontecimientos y las nuevas ideas que acontecen sin que por ello tampoco se pueda desconocer la existencia de palabras y conceptos de otras lenguas que seguramente posibilitarán el crecimiento de la lengua española. De este modo, su trabajo literario y filosófico apuntará a "tener conciencia del valor de la acción social de las letras, como medio formador de los pueblos americanos, constituidos en Repúblicas independientes" (Grases, 1979: XLIV). Tal acción social se inserta en lo que el mismo Bello calificaba de "emancipación inteligente o mental". No es raro que este humanista latinoamericano se aproxime a estudiar incluso el uso ideológico del lenguaje intentando establecer las bases de una disciplina semiótica.

RASGOS DEL PAISAJE Y DE LA NACION EN EL POEMA

"La agricultura de la zona tórrida" (c.f., Bello, 1979: 40-49) es un poema de carácter evocativo paisajístico que se inscribe en el género de las silvas -tipo de escritura poética de libre composición de estrofas que puede mezclar versos endecasílabos o heptasílabos-. que tiene reminiscencias de las églolas o cantos pastoriles virgilianos. De hecho, el propio Bello aprende a escribir poemas -a dedicarle tiempo a las musas, como decía él- leyendo a Virgilio, Garcilaso de la Vega y Francisco de Figueroa en quienes se inspira para pintar literariamente y evocar imágenes del paisaje venezolano impregnadas de riqueza, hermosura y espiritualidad. Si la tesis fundamental en Bello es la de hacer de la provincia de Venezuela una nación, él escribe el poema no sólo para manifestar tales atributos terrenales sino también mostrar que es posible el progreso de una nación mediante la explotación racional de ese suelo. En este sentido, es importante ver por intermedio del poema "…las virtudes del campo, sobre un suelo fecundísimo, [donde] las gentes formadas en el trabajo [podrían] alcanzar cumplidamente el alto rango que la Providencia tenía reservado a Venezuela" (Grases, 1979: XXVI).

La silva tiene 373 versos donde encontramos figuras literarias que intentan ilustrar la magnificencia del paisaje y de su vitalidad en relación a lo humano.

Al inicio Bello saluda a esa tierra soñada personificándola (prosopopeya) cuando dice: "¡Salve, fecunda zona, / que al sol enamorado circunscribes / el vago curso, y cuanto ser anima / en cada vario clima, / acariciada de su luz, concibes!" (1979: 40; {v1-5}). Nótese acá que es el campo el que llena de sentido incluso la luz que la baña además de la vida que se da dentro de ella. De algún modo, tras esa tierra ansiada está también la evocación de la madre que ahora se ha hecho patria. Por ello, más adelante, Bello usará frases humanizadoras que darán forma a la naturaleza-campo en la cual sólo es posible la vida de una persona: "tú tejes" {v6} o "tú la uva" {v7} además de "…tu añil la tinta generosa" {v25} o "tú vistes de jazmines / el arbusto sabeo" {v33-34}, para decirnos luego, "…para tus hijos la procera palma" {v35}. En estas palabras la intención vivificadora de Bello se extiende más allá de la propia tierra que genera, que da o que produce, para hacerse seno y prodigar cuidado. Es interesante, en este sentido, observar la hipótesis de que la tierra hace y cuida al ser humano.

Pero a esta tierra humana también se le inclinan todas las especies. Pues si bien es generadora de vida, en su seno, ellas también perviven: habría la presunción entonces de reconocimiento de esa vida que genera, por ejemplo: "tendida para ti la fresca parcha" {v44} o "y para ti el banano / desmaya al peso de su dulce carga" {v50-51}. El proyecto progresista se inscribe en este ámbito, pues el ser humano se prodiga de esta madre y de la vida que le entrega para lo cual basta la voluntad para que la tierra siga generando más vida para quienes la habitan. Por ello, Bello escribe: "no ya de humanas artes obligado / el premio rinde opimo; / no es a la podadera, no al arado / deudor de su racimo; / escasa industria bástale, cual puede /hurtar a sus fatigas mano esclava…" {56-61}. Es decir, el ser humano que explota esta riqueza con sapiencia sabrá hacerse "adulta prole" {v63}.

Pero la idea de progreso reclama que todos participen de él con entusiasmo. Bello clama que una es la fuerza de trabajo que genera vida y otra es aquella que aprovechándose de tal fuerza algunos grupos sociales han decidido apartarse para hacerse sus propias patrias desligadas justamente de ese seno materno. La larga pregunta entre los versos 75 y 88 justamente reclama esa desigualdad amparada en la edificación de las ciudades y de la comodidad mundana, manifestación preocupada de la modernidad que primariamente se instala en América. Bello, sin embargo, expone su esperanza del llamado conciencial que los seres humanos de las naciones emancipadas tendrán para salir justamente de esa prisión civilizadora del modernismo urbano para seguir reconociendo la vitalidad de la madre-la tierra. Dice él "¡Oh! ¡los que afortunados poseedores / habéis nacido de la tierra hermosa, / en que reseña hacer de sus favores, / como para ganaros y atraeros, quiso Naturaleza bondadosa! / romped el duro encanto / que os tiene entre murallas prisioneros" {v133-139}.

Como un humanista, arremete contra las clases de terratenientes y manifiesta su amor por las clases campesinas que comprenden siempre la voz de esa naturaleza-vida-país. Versos como: "id a gozar la suerte campesina; / la regalada paz, que ni rencores / al labrador, ni envidias acibaran; la cama que mullida le preparan / el contento, el trabajo, el aire puro; / y el sabor de los fáciles manjares, / que dispendiosa guía no le aceda; y el asilo seguro / de sus patrios hogares / que a la salud y al regocijo hospeda" {v165-174}; nos hacen pensar en una suerte de paradisíaco mundo al que la humanidad aspira aunque produce dolor el desencadenarse de las promesas de la modernidad. Ese mundo paradisíaco, pastoril, donde los dones se dan y donde con la fuerza del trabajo se cosecha, es una promesa, es una nación que se construye a sí misma. De este modo, en todo el conjunto de versos Bello articula diversas metáforas: la de madre tierra y la de la madre nación que se estructura desde sus bases, desde su campesinado que rinde honor con su ejemplo, a la vida que entrega esta tierra. Cuando una nación se estructura, él recuerda que "allí también deberes / hay que llenar…" {v202-203}, entre ellos, más allá de cerrar las heridas de la guerra, sobre todo, las de labrar el destino (la tierra) y dominar así el futuro que le depara. A mi juicio el verso 202-207 encierra este mensaje central, a modo de metáfora de su tesis; escribe él: "…el fértil suelo, / áspero ahora y bravo, / el desacostumbrado yugo torne / del arte humana y le tribute esclavo". Sin embargo, esta idea de labranza del propio destino para Bello tampoco tiene que desconocer a la "madre España" [v217].

La tesis de la labranza del destino, por otro lado, se encuentra sustentada en la agricultura. No es que solamente se trate de cultivar. Bello tiene una visión geopolítica y geoeconómica de vital importancia que anticipa muchos de los postulados del modernismo capitalista. Pero hay que enfatizar que este carácter agrícola no es del tipo premoderno, donde se acumula para comer sino para progresar como nación. Por ello, el autor eleva una oración a Dios para homenajear a quienes verdaderamente hacen del trabajo de la tierra su vida: en ellos se ve la nación. Dice él, refiriéndose a "la gente agricultora / del ecuador…" {v271-272} que "su rústica piedad, pero sincera, / halle a tus ojos gracia…" {v278-279}. Y más adelante reconoce que tras esa verdadera nación también están "las sombras de Atahualpa y Motezuma" {v311}, es decir, el pueblo indígena que es la garantía de la vida de esa madre tierra. Bello entonces nos muestra un pensamiento amplio y reconciliador no excluyente.

Finalmente la idea del trabajo será el fuerte eje de edificación de la nación en este caso americana. Cuando dice que "…no basta la hoz a las espigas" {v350} nos está señalando que ese trabajo también requiere de una racionalidad, la de saber que la naturaleza hace a los países como conocerla hará que ella sea más fecunda. Por ello, la última parte de su poema es un llamado, es una proclama y una voz que invita no sólo a parangonarse con el occidente, sino también a admirar el campo, "la simple vida / del labrador, y su frugal llaneza" {v354-355}. Esta actitud de reconocimiento del otro hará que la ambición sea descartada y más bien constructiva. En Bello, de este modo, encontramos un humanista integral con una visión de la realidad no clasista sino social y política muy actual que probablemente nos confronta.

BIBLIOGRAFIA

BELLO, ANDRES
1979 Obra Literaria. Ed. Biblioteca Ayacucho. Caracas.
GRASES, PEDRO
1979 Prólogo. En, Andrés Bello, "Obra Literaria". Ed. Biblioteca Ayacucho. Caracas.
ROIG, ARTURO ANDRES
1982 Andrés Bello y los orígenes de la semiótica en América Latina. Ed. Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Quito.

Iván Rodrigo Mendizábal

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